miércoles, 22 de julio de 2020

- Maria Magdalena, la apóstola

¡Esta María Magdalena me encanta! Una mujer evangelizadora. Acaso por este motivo dos evangelistas, hacia los años 50’s o 60’s, cuando el cristianismo se ha difundido y se recogen las narraciones “oficiales” de la vida y obra de Jesús de Nazaret, la mencionan 12 veces con tanto cariño, con tanta insistencia… La mujer más mencionada en los evangelios. ¿Acaso de veras fue una evangelizadora conocida en todos los rincones del mundo apenas cristianizado cuando se cuajaron las versiones de los cuatro evangelios?
En medio de la pandemia y de mil vicisitudes, llegamos al 22 de julio en que se celebra en todo el mundo la Fiesta de Santa María Magdalena.
No deja de impresionarnos lo mucho que la gente sencilla aman a María Magdalena. Y aunque hay muchas ideas extrañas sobre ella, a todos nos cautiva esta mujer, cuyo exordio en el evangelio no dejará nunca de inquietarnos: “aquella de la que Jesús expulsó siete demonios”. Con esta mención del evangelio de Lucas (8, 3), y más tarde en los evangelios de la Resurrección –Marcos (16, 9)– se nos abre un haz de luz inmenso: sea cual haya sido la causa, el hecho o las consecuencias de esta presencia de los siete demonios en la vida de María Magdalena, Jesús la liberó.
Algunos interpretan esto en sentido negativo, denigratorio. Yo creo lo contrario. Si en la vida de María Magdalena está esta “cicatriz”, nos hace ver dos grandes milagros: el primero es que Jesús apareció un día en su vida y la sanó, la liberó y le devolvió su dignidad; el segundo es que ella puso de su parte. Bien decía San Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Es decir, Dios pide, busca y hasta ha querido necesitar nuestra anuencia y colaboración para realizar su obra en nuestra vida. Y así vemos el paso en esta mujer inmersa en la acción del demonio, a una mujer santa y una grande evangelizadora.

Así que esa “cicatriz” en la vida de María Magdalena, nos habla de un mérito suyo enorme, así como de una grande misericordia de Jesús. Bien venga esta óptica de María Magdalena en la línea de la gran tradición de la Iglesia, que la venera como santa, que acepta su pasado sea cual sea, y que se compromete con su ejemplo de discípula, seguidora fiel y primera testigo de la resurrección de Jesucristo, hasta el punto de haber sido llamada justamente la “Apóstol de los Apóstoles”.
Pidámosle a María Magdalena su intercesión en este momento de nuestra historia agitada y sufriente. Ella que sabe de la resurrección, ella que sabe de la dignidad de la mujer restablecida y honrada, ella que conoció la intimidad pura y santa con Jesucristo, con los apóstoles y con los demás seguidores de Jesús, que interceda por nosotros y nos acerque al divino y luminoso misterio que se llama Jesús.
    P. Juan Solana. Director del Magdala Center en Israel.
Consuelo Vélez: "María Magdalena fue apóstol igual que los apóstoles"
…”Más aún, es cuestión de justicia, porque no es un capricho, un intento de introducir en la iglesia los avances sociales respecto a los derechos de las mujeres, sino una característica esencial del movimiento de Jesús: la inclusión de mujeres y varones en condiciones de igualdad…”
El año pasado comentando en clase que el Papa Francisco había elevado la memoria de María Magdalena a la solemnidad de “Fiesta” porque ella fue Apóstola (así la llamó Santo Tomás) igual que los demás apóstoles; una estudiante, muy emocionada por conocer la verdadera historia de María Magdalena, dijo que lo iba a contar en su comunidad para que al otro día celebraran esa fiesta con la solemnidad que merecía. A la siguiente clase le pregunté cómo le había ido con la celebración y me dijo, con gran pesar, que en su comunidad no habían estado de acuerdo porque, a fin de cuentas, ella había sido una pecadora arrepentida y no podía estar a la altura de los apóstoles. De nada sirvió que la religiosa les explicará la comprensión actual sobre su figura; fue más fuerte la tradición recibida y sus hermanas religiosas no estaban dispuestas a cambiarla.
      Magdala, las excavaciones de la ciudad de María Magdalena
Y no es de extrañar porque durante siglos se invisibilizó su papel y su protagonismo en el cristianismo de los orígenes y se divulgó una imagen que no tenía nada que ver con la realidad. Se le confundió con la pecadora pública que entró a casa de Simón y ungió los pies de Jesús y con María la hermana de Marta y Lázaro. El arte cristiano, la liturgia y la predicación se han encargado de mantener esa imagen de María Magdalena y han dejado en la sombra el hecho de haber sido la primera testiga de la resurrección y a quien primero se le confió anunciar esa Buena Noticia. Es decir, fue ella la primera evangelizadora y la que anunció a los otros apóstoles que Jesús había resucitado.




Magdala, Descubierta la sinagoga del siglo I, del tiempo de Jesús
El secretario de la Congregación para el culto divino, explicando el sentido del decreto cuando fue publicado en 2016, dijo que la iglesia estaba llamada a reflexionar profundamente sobre la dignidad de la mujer y por eso consideraba que el ejemplo de Santa María Magdalena debía ser presentado a los fieles de un modo más adecuado. Más aún, que era justo que la celebración litúrgica tuviera el mismo grado de festividad que se daba a la celebración de los apóstoles en el calendario romano general y que se resaltara la misión especial de María Magdalena, como ejemplo y modelo para todas las mujeres de la Iglesia.
Detalle de la "Piedra de la Sinagoga de Magdala"
En verdad, es urgente que se presente a los fieles no solo “de un modo más adecuado” sino de la manera como siempre debió ser -y que lo confirman los datos de la hermenéutica actual-, el papel de las mujeres en el cristianismo primitivo y, por ende, el lugar que hoy deberían ocupar en la iglesia. Más aún, es cuestión de justicia, como lo dijo el arzobispo, porque no es un capricho, un intento de introducir en la iglesia los avances sociales respecto a los derechos de las mujeres, sino una característica esencial del movimiento de Jesús: la inclusión de mujeres y varones en condiciones de igualdad.

La piedra de la Sinagoga de Magdala.(decoración del Templo de Jerusalén)
Los estudios actuales han avanzado mucho en comprender cómo se fue quitando el protagonismo a las mujeres -bien por acomodarse a la sociedad de entonces y evitar problemas, bien por cuestiones de poder que siempre han estado presentes-, pero la dificultad es que los resultados de esos estudios entren en la conciencia cristiana y se renueve nuestra manera de ser iglesia. Los clérigos podrían estar mucho más actualizados porque la bibliografía es abundante y eso ayudaría a que el laicado recibiera una predicación más viva, más profética, más empeñada en recuperar los orígenes cristianos para sacudir el lastre del tiempo y mantener la vitalidad de los orígenes. También el laicado -que ahora ya tiene más acceso a estudios teológicos- podría apropiarse más de esta riqueza que aporta la teología actual, frente a tantas realidades eclesiales y así promover los cambios que se precisan. Pero siempre hay que preguntarse qué teología se enseña porque abundan los centros de estudios teológicos o catequísticos que parece no han sido permeados por el Vaticano II y solo eso explica que todavía tanto pueblo de Dios -clérigos y laicos- se escandalicen por los comentarios que se hacen y que ya son patrimonio de la teología actual.
Esperemos que este 22 de julio, la solemnidad de María Magdalena sea ocasión para afirmar y reconocer su participación y protagonismo en el movimiento de Jesús. Ella que acompañó a Jesús “desde Galilea hasta Jerusalén” (Mc 15, 40-41) y fue apóstol igual que los apóstoles, nos convoca a todos pero, principalmente a las mujeres, a un apostolado activo”sin miedo a que nuestra palabra sea vista con recelo, como fue la de ella y la de las otras mujeres que la acompañaban (Juana y María la de Santiago) cuando anunciaron a los apóstoles y a todos los demás que Jesús había resucitado. Según dice el evangelista, a los que las escuchaban “todas esas palabras les parecían como desatinos y no les creían” (Lc 24,11).

Unos de los Mikvé, o baños de purificación judios encontrados en Magdala.
Seguir mirando a la iglesia de los orígenes para estar más a tono con ella, es prueba de fidelidad al querer de Jesús y de docilidad al Espíritu que no deja de “soplar donde quiere y como quiere” (Jn 3,8) para que a la iglesia entren esos aires nuevos que tanto se necesitan para que mantenga su significatividad en estos tiempos que vivimos.
*Consuelo Vélez
-EL MAR
Katteline Nicols  (colaboradora del Magdala Center) escribe:
La ruta mañanera que seguimos desde la casa donde vive la comunidad hasta Magdala, va bordeando la costa occidental del Mar de Galilea. Mis ojos nunca se cansan de observar sus aguas.
Las pequeñas mareas rosadas y brillantes reflejan el cielo antes del amanecer, que va pasando a ser un manto azul a la espera de ser teñido por el rojo intenso del sol de las primeras horas de la mañana. A medida que el amarillo crece rápidamente en el cielo, el agua se convierte en un espejo plateado liso. 

A lo largo del día, el lago adquiere un sinfín de matices, atrayendo su mirada continuamente hacia él, siendo imposible perderse ni un atisbo de su belleza. Como el camaleón, los tonos del Mar de Galilea van del azul cielo al azul Carolina, del acero al azul independencia, e incluso de un azul verdoso a un turquesa intenso. Al igual que las vetas que se arremolinan en el mármol, las principales corrientes de agua del lago son visibles la mayor parte del día, hasta que los vientos de la tarde bañan su característico azul con capas de espuma blanca. Conforme el día llega a su fin, los Altos del Golán quedan encendidos por la puesta de sol, contrastando con el lago que ahora se encuentra tintado por un color zafiro.
Este juego de colores me recuerda a bienvenida que recibí la primera vez que llegué a Magdala, el Jefe de Seguridad nos saludó amablemente a mí y a las otras mujeres cuando entramos en la casa de huéspedes, con un sonriente rostro bronceado y unos ojos que batallaban entre el azul, el verde y el dorado. Su familia tiene una larga historia con el lago, y sus ojos del color del Mar de Galilea, me desafiaron a llevar la belleza y el poder de este “Quinto Evangelio” (vivir donde Jesús caminó) en mi propia mirada.

De los cientos de miles de personas que visitan el Mar de Galilea cada año, incontables se preguntan qué hace a Jesús tan importante. Mirar hacia el mar generalmente provoca este tipo de reflexión y contemplación serena. Como mujer consagrada, las aguas me hicieron esta pregunta usando las palabras del Cantar de los Cantares:  “¿Qué tiene tu amado más que los otros, tú, la más hermosa de las mujeres?”
(Cantar de los Cantares, 5:9)

Mirando hacia el lago desde nuestra capilla, me encontré buscando la respuesta en la tierra y en las aguas que se encontraban delante de mí:
“Mi amado es apuesto y sonrosado, se distingue entre diez mil.
Su cabeza es un lingote de oro puro,
sus cabellos son ramas de palmera, negros como un cuervo.
Sus ojos son dos palomas junto a una corriente de agua,
que se bañan en leche y se posan sobre un estanque”.

(Cantar de los Cantares 5:10-12)
Jesús es como el amanecer sobre el mar: refrescante y ardiente al mismo tiempo. Su mirada es gentil y amable como la paloma, es relajante en su profundidad, su amplitud y su transparencia, al igual que las aguas del mar.
Mirar hacia el lago desde el agua regala una serenidad especial. Mientras remaba hacia el Primado de Pedro esta semana, me senté a refrescar mis cansados pies en el agua, en una parte particularmente tranquila del lago, justo cuando la luz del sol atravesaba las nubes en el horizonte. Agaché la cabeza para tratar de ver algunos peces y vi mi propio reflejo sorprendentemente claro. 
Nació en mí el mismo deseo que San Juan de la Cruz expresaba en su Cántico espiritual, como una nueva respuesta a la pregunta que le había hecho a las aguas.
“¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!”

(San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual)
A veces pienso en el Mar de Galilea como el ojo humilde de Dios, buscándonos desde este punto más bajo de la Tierra: solo el Mar Muerto es más bajo. Él me busca. Me mira con ojos amorosos. Se encuentra en las profundidades, en mi propio corazón, en el profundo anhelo que tengo de amar y ser amada, siempre y cada vez más plena y completamente. Se halla en la mirada, en la palabra, en el gesto, en la necesidad de todas y cada una de las personas que me rodean… ahí es donde encuentro sus “ojos deseados”.

Quizás María Magdalena se encontró con Jesús mientras miraba el lago, buscando respuestas. Quizás Sus ojos se le parecieron a los colores y matices del Mar de Galilea. Tal vez ella vislumbró Su reflejo en estas aguas y reconoció en Su mirada el cumplimiento de los anhelos que albergaba en su corazón.
“Cuando tú me mirabas,
tu gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me amabas,
… ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste”.
(San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual)
¡Mientras celebramos la Festividad de Santa María Magdalena, permitamos que Jesús nos transforme con la misma gracia y hermosura!
 Katteline Nicols  (colaboradora del Magdala Center



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