miércoles, 15 de julio de 2020

- Qumrán: comidas sagradas

                                  Qumrán: La comida ritual sagrada era compartida
El historiador judio contemporáneo de Qumrán, Flavio Josefo, escribe sobre las comidas rituales de los piadosos de Qumrán: "Luego se reúnen de nuevo en su mismo sitio, se envuelven el lomo con una faja de lino y se lavan todo el cuerpo con agua fría. Tras esta purificación se congregan en una sala particular donde no puede entrar ninguna persona profana; ni ellos mismos pueden penetrar en ese comedor sin estar puros, como si fuera un recinto sagrado. Se sientan sin hacer ruido y el panadero sirve a cada uno un pan y el cocinero un plato con una sola comida. El sacerdote pronuncia una oración antes de comer, y nadie puede probar bocado antes de que haya concluido la oración. Después de la comida el sacerdote repite el rezo. Todos dan gracias a Dios, dispensador del alimento que hace vivir, al principio y al final de la comida".
Sigue Flavio Josefo: "Luego se quitan las ropas de la comida como si fueran vestiduras sagradas, y vuelven a sus trabajos hasta la noche; regresan entonces a su local común y cenan de la misma manera,.."
En el monasterio de los esenios que se encuentra en la zona arqueológica de Qumrán había comidas sagradas y cúlticas con carácter comunitario, mesiánico y escatológico. Para los que vivian en Qumrán tenía mucha importancia las comidas rituales comunitarias y la celebración de las fiestas religiosas.
Según algunos estudiosos del tema hay muchas semejanzas entre las comidas de los esenios y la Cena de Jesús (la bendición del pan y el vino, las bendiciones, el carácter comunitario, el sentido mesiánico y escatológico…). En los textos de Qumrán se lee que el sacerdote de la comunidad de monjes bendecía el pan y el vino y era él quien oficiaba el rito en la comunidad.
Ultimamente se ha descubierto, en los textos de Qumrán, que los esenios del lugar daban a estas comidas un valor sustitutivo de los sacrificios del Templo de Jerusalén. Ellos rezaban de cara al oriente, de espaldas a Jerusalén (no de cara a Jerusalén como es preceptivo para los judíos piadosos) así expresaban su rechazo al culto del templo de Jerusalén, al que consideraban corrompido y sin valor religioso.
Los asistentes a estas comidas sagradas en Qumrán, para poder entrar al comedor comunitario antes debían purificarse en un baño ritual y vestir un vestido blanco parecido o con significado sacerdotal, así cada comida comunitaria era un acto del nuevo culto que los piadosos ofrecían como sacrificio a Yahweh. El vestido especial de la comida ritual debía ser cambiado por el atuendo normal de trabajo dentro de la comunidad de Qumrán una vez terminada la comida sagrada.

Hay también otras características que parecen relacionar las comidas rituales de Qumrán con las de los cristianos: podemos encontrar rasgos escatológicos y mesiánicos bien definidos en ambos casos: según la “Regla de la Congregación” (uno de los documentos de Qumrán) el Mesias tenía que bendecir el pan y el vino de la comida después de su venida, al igual que hizo Jesús, que es considerado el Mesias por los discípulos.

Otros autores cristianos señalan que hay que interpretar estas características rituales en las comidas de los piadosos de Qumrán y de los apóstoles de Jesús como “cosas generales en las comidas sagradas entre los judíos”, y que estas semejanzas son explicables por el ambiente religioso común en el mundo judío. 
Uno de los dieciseis baños rituales encontrados en Qumrán (el mikvé judio)
Un aspecto clave de la vida cotidiana de los esenios era la pureza ritual. La Regla de la comunidad describe así la relación entre la inmersión en el agua y la participación en la comida comunitaria: "Que no entre en las aguas para participar en el alimento puro de los hombres de santidad pues no se han purificado, a no ser que se conviertan de su maldad; pues es impuro entre los transgresores de su palabra". La arqueología confirma el papel esencial de la pureza: de los dieciséis estanques descubiertos en Qumrán, sólo seis habrían servido para almacenar agua, mientras que los diez restantes sirvieron, con toda probabilidad, para la práctica de baños rituales. 
Y señalan que hay una diferencia profunda entre la Cena de Jesús y las cenas sagradas de los monjes de Qumrán: la gran novedad es que la cena de Jesús supone la autodonación que el Mesías nos hace de su cuerpo y de su sangre como alimento salvador, en relación a su muerte. 
Otros grupos, tales como las fraternidades “havurah” tenían también costumbres parecidas, y también realizaban cenas rituales sagradas para sus miembros.
La mayoría de los autores no ven más qué semejanzas y no una influencia o dependencia entre Qumrán y la eucaristía cristiana.
Según estudios arqueológicos, tanto del lugar (salas, baños..) y de la documentación escrita encontrada in situ, se trataría de considerar a Qumrán como una comunidad dedicada específicamente a la observancia estricta de la Ley (la Torá).
Los miembros de la comunidad de Qumrán tenían que cumplir unas condiciones muy severas para su aceptación y una vez integrados en el grupo, mantener esa observancia de la Ley y de la Regla y renovar cada año los votos de ingreso.

También tenían importancia las comidas rituales comunitarias y la celebración de las fiestas religiosas. Mantenían una especial vigilancia en una austeridad muy rigurosa, pobreza, oración y celibato. Cabe destacar la voluntad de abandonar el mundo secular y adentrarse en el desierto para practicar la vida comunitaria y poner en práctica el seguimiento estricto de la Ley.  
El sitio cercano a la "Cueva de los Manuscritos del Mar Muerto" fue excavado durante los años 1952-1956. En esas excavaciones, se encontraron los restos de un asentamiento antiguo, donde vivía una secta misteriosa, desde el siglo II aC. hasta el año 68 dC, cuando el lugar fue conquistado por los romanos y destruido. 
La secta era una facción extrema de la secta Isiim. Los líderes de este asentamiento eran sacerdotes de la familia de los sadoquitas, descendientes del alto sacerdote Sadoc, quien sirvió durante los años del Rey David y el Rey Salomón.
Incluso algunos creen que San Juan Bautista pudo haber vivido ahí durante un corto periodo de tiempo de su ministerio, ¡predicando y bautizando!
Y lo más importante de los manuscritos de Qumrán es lo que está fuera de la Biblia, pues allí se encontraban textos de la Regla de la Comunidad y la Regla de la Guerra, una serie de normas que regían la vida de esa extrañísima comunidad llamada los esenios.
¿Quiénes eran estos esenios?
Según se desprende del texto referido a la Regla de la Comunidad, los esenios eran un grupo judío "fuertemente estructurado, con su propia jerarquía y sus funcionarios, cuyos miembros ponían en común todos sus bienes, participaban en comidas comunitarias, y se hallaban sometidos a una disciplina muy estricta, con penas y castigos para cualquier transgresión", comenta Florentino García Márquez. En suma, un grupo de judíos conviviendo hace más de dos mil años bajo mismas reglas que los kibutz del siglo XX.
¿Por qué se habían retirado al desierto, imitando al profeta Isaías? Según se desprende de otro texto encontrado en Qumrán, (la Regla de la Guerra), se llamaban a sí mismos Los Hijos de la Luz, se habían retirado para purificarse, y esperaban volver a Jerusalén "al final de los tiempos", después de haber vencido a Los Hijos de las Tinieblas.
¿Estaba Jesús entre los esenios?
En los manuscritos de los esenios se mencionaba la figura de un jefe carismático llamado el Maestro de Justicia, quien había recibido la revelación de los Textos Sagrados y, de forma escatológica, conduciría a esta comunidad a la victoria "al final de los tiempos". ¿Era Jesús el Maestro de Justicia? ¿Acaso no coincidían los 17 años que se pierden de la vida de Jesús con su estancia entre los esenios? El célebre periodista Edmund Wilson coqueteó con esta idea en su célebre libro sobre los manuscritos de Qumrán. Pero se dejó llevar por el periodismo más que por el rigor de un buen historiador.
La respuesta de los expertos a la pregunta de si Jesús estuvo con los piadosos del desierto, en el monasterio de Qumrán, es rotunda: Jesús no convivió con los esenios. Los textos de Qumrán no mencionan a Jesús porque son anteriores a él. La comunidad (para algunos, secta) de los esenios sí vivió en tiempos de Jesús, como confirma el historiador Flavio Josefo, coetáneo de Cristo. Pero sus textos se escribieron antes y no tienen ninguna relación con el Nuevo Testamento.
Los rollos del Mar Muerto
Cuando un pastor beduino penetró en 1947 una cueva en busca de una cabra perdida y descubrió antiguos rollos encerrados en vasijas, se desató una de las historias paleográficas más fascinantes de la historia. Esos rollos contenían extractos o pasajes enteros de los libros de la Biblia. Se les denominó los rollos del Mar Muerto. 
Los textos hallados en las cuevas de Qumrán, a orillas del Mar muerto por un pastor beduino, son fragmentos procedentes de unos 800 manuscritos que, en su origen, se presentaron en forma de rollos. Muchos de esos manuscritos son copias de copias, pues en la antigüedad, el papiro era desgraciadamente, la forma más popular de transmitir el saber. Y el papiro se deteriora fácilmente.
¿Qué contenían entonces? En parte son textos bíblicos, del Antiguo Testamento, y en parte son textos religiosos no bíblicos de diverso signo, como reglas morales y legales. Existen unos 200 manuscritos bíblicos entre los que se encuentran 32 copias del Libro de los Salmos, 28 copias del Deuteronomio, 21 copias del Libro de Isaías, citas ínfimas (los teffilim, o pequeñas tiras de cuero), con citas del Exodo y del Deuteronomio, tiras que se ponían en un estuche y que se llevaban en el brazo o sobre la cabeza.
Los manuscritos esenios permitieron completar algunos pasajes oscuros de las Sagradas Escrituras, pero no descubrieron nada realmente fascinante, a pesar de que se trató de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX.

Hasta entonces, sólo tres autores antiguos (todos ellos del siglo I d.C.) habían dejado información más o menos detallada sobre los esenios: el griego Filón de Alejandría, el judeorromano Flavio Josefo y el romano Plinio el Viejo. Los estudiosos compararon sus escritos con los hallazgos de Qumrán, y la mayoría de los investigadores concluyó que los hombres que vivieron en aquellas construcciones y en las cuevas adyacentes durante casi 150 años (entre comienzos del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C.) fueron los mismos que estudiaron, escribieron y colocaron en las cuevas los rollos antiguos –si no todos, por lo menos una buena parte–. Y estos hombres habrían pertenecido a la secta de los esenios. Los esenios, pues, no eran el fruto de la imaginación de los autores antiguos, sino seres humanos de carne y hueso.

Las fuentes clásicas mencionaban la existencia de esenios en centros urbanos, como se deduce de la afirmación de Josefo respecto a que los piadosos esenios "no integran una ciudad única; viven dispersos en gran número en todas las ciudades" (Guerra de los judíos II), y de la noticia de Filón sobre el hecho de que los esenios "viven en muchas ciudades de Judea y en muchas aldeas" (Hipotéticas II). Según la información presente en los rollos –especialmente en el llamado Documento de Damasco–, estas comunidades urbanas de esenios habrían tenido un carácter familiar y su organización no habría sido muy estricta. Según algunos, incluso hubo un barrio esenio en el área occidental de Jerusalén, cerca de la actual puerta de Sión.
Sin embargo, en su Historia Natural, el geógrafo Plinio el Viejo alude a un asentamiento esenio separado, próximo al mar Muerto: "Al oeste [del mar Muerto] los esenios se mantienen apartados de la orilla para evitar sus efectos perniciosos", es decir, las posibles exhalaciones de un agua sin vida. Los hallazgos de Qumrán se complementan perfectamente con los datos de Plinio, y todo lleva a concluir que en las orillas del mar Muerto, y probablemente en otras zonas aledañas del desierto de Judea, como el-Ghuweir y Hiam el-Shaga, vivieron comunidades de esenios.
LA COMUNIDAD DE LOS PUROS
Dado el carácter inhóspito y salvaje de la zona del mar Muerto, esas comunidades esenias debieron de ser diferentes de las de sus correligionarios urbanos: mucho más organizadas para afrontar las dificultades que presentaba la vida en este medio, desde el empleo del agua hasta la obtención de alimentos; de talante más ascético, que concordaba con la frugalidad obligada de una existencia en tales parajes, y con una gran actividad en común. Este último rasgo, fundamental en tales comunidades, estaría implicado en el mismo nombre de Yahad –en hebreo, "comunidad"– presente en los rollos, y especialmente en la Regla de la comunidad, texto fundamental del movimiento.
¿Por qué estos esenios decidieron asentarse en tan árida región? Todo parece indicar que consideraron el desierto como un símbolo de pureza. En el libro de Ezequiel, al final de los tiempos el desierto en las proximidades del mar Muerto se convertiría en un jardín paradisíaco, similar al Edén bíblico. Según el profeta, Dios le dijo: "Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua quedará saneada. [...] Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. [...] A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerá toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán" (Ezequiel 47, 6-12). 
De ser así, los esenios eligieron el desierto para apartarse radicalmente del mundo de la impureza, con el fin de permanecer tan puros como fuera posible. Como está escrito en un pasaje fundamental de la Regla de la comunidad: "Y cuando éstos existan como comunidad en Israel según estas disposiciones, se separarán de en medio de la residencia de los hombres de iniquidad para marchar al desierto y abrir allí el camino de Aquél [Dios]; como está escrito: 'En el desierto, preparad el camino de [Dios], enderezad en la estepa una calzada para nuestro Dios'".
LA VIDA DIARIA DE LOS ESENIOS
¿Dónde vivían los hombres de Qumrán? Los investigadores han sugerido que en los edificios sólo residía un puñado de funcionarios, guardias o ancianos (probablemente, en un segundo piso que no se ha conservado), mientras que el resto de miembros de la comunidad habría encontrado refugio en cuevas, tiendas y chozas próximas. Algunos investigadores consideran que la comunidad de Qumrán sólo habría tenido unas pocas decenas de miembros; otros aseguran que, como mucho, su número habría llegado a 120 o 150 personas.
Los manuscritos no ofrecen una imagen coherente y completa sobre el modo de vida de estas gentes, pero las fuentes clásicas son de gran ayuda a la hora de reconstruirlo, sobre todo Flavio Josefo, quien describe de este modo el día a día de los esenios: "Su piedad religiosa asume caracteres particulares. Nunca pronuncian una sola palabra profana antes de salir el sol; dirigen al sol oraciones tradicionales, como si le suplicaran que aparezca. Luego los encargados envían a cada uno a trabajar en su oficio, lo que hacen con gran empeño hasta la hora quinta. 
Luego se reúnen de nuevo en su mismo sitio, se envuelven el lomo con una faja de lino y se lavan todo el cuerpo con agua fría. Tras esta purificación se congregan en una sala particular donde no puede entrar ninguna persona profana; ni ellos mismos pueden penetrar en ese comedor sin estar puros, como si fuera un recinto sagrado. 
Se sientan sin hacer ruido y el panadero sirve a cada uno un pan y el cocinero un plato con una sola comida. El sacerdote pronuncia una oración antes de comer, y nadie puede probar bocado antes de que haya concluido la oración. Después de la comida el sacerdote repite el rezo. Todos dan gracias a Dios, dispensador del alimento que hace vivir, al principio y al final de la comida".
osefo: "Luego se quitan las ropas de la comida como si fueran vestiduras sagradas, y vuelven a sus trabajos hasta la noche; regresan entonces a su local común y cenan de la misma manera, esta vez con sus huéspedes, si han encontrado alguno en el camino. Ni gritos ni tumultos perturban la casa; cada cual habla por turno. A los que pasan delante de ella, el silencio que reina en el interior les parece como si en ella se estuviera celebrando algún temible misterio, pero ello se debe simplemente a la invariable sobriedad de los esenios, a su costumbre de medir los alimentos y la bebida en la cantidad suficiente para saciarse, sin excederse" (Guerra judía II).
Un aspecto clave de la vida cotidiana de los esenios era la pureza ritual. La Regla de la comunidad describe así la relación entre la inmersión en el agua y la participación en la comida comunitaria: "Que no entre en las aguas para participar en el alimento puro de los hombres de santidad pues no se han purificado, a no ser que se conviertan de su maldad; pues es impuro entre los transgresores de su palabra". La arqueología confirma el papel esencial de la pureza: de los dieciséis estanques descubiertos en Qumrán, sólo seis habrían servido para almacenar agua, mientras que los diez restantes sirvieron, con toda probabilidad, para la práctica de baños rituales. La concentración de baños rituales de Qumrán sólo es superada por la de Jerusalén, donde estaba el Templo, lo que pone de manifiesto que para los Qumránitas la pureza ritual era un baluarte de su vida religiosa.
EL FIN DE LA INJUSTICIA
La comunidad de Qumrán fue más estricta en cuestiones de higiene personal y purificación que sus contemporáneos, y en su esfuerzo por garantizar la pureza de la comunidad y elevar el nivel de santidad de sus miembros extendió las restricciones sobre pureza e impureza a muchas más esferas que las requeridas por la ley normativa judía. Su escrupulosidad se habría debido al hecho de que ellos se habrían visto a sí mismos como un "templo espiritual", semejante a un campamento santo en el que vivían en compañía de los ángeles. Como está escrito en el Rollo de la guerra: "Y todo hombre que no se haya purificado de “fuente” el día de la batalla, no descenderá con ellos, pues los ángeles santos están juntos con sus ejércitos".
Esta obsesión por la pureza ritual pudo ser una de las razones, quizá la fundamental, por la cual las comunidades esenias más estrictas, del tipo Yahad, como la de Qumrán, habrían sido de características ascéticas y celibatarias, distinguiéndose de las comunidades urbanas de tipo familiar diseminadas por todo el país.
A esta doble estructura social del movimiento esenio se habría referido Josefo al decir que, por un lado, había un grupo de piadosos esenios que "desdeñan el matrimonio para ellos […] No condenan en principio el matrimonio y la procreación, pero temen el libertinaje de las mujeres y están convencidos de que ninguna es fiel a un solo hombre". Y, por otro lado, "hay otra clase de esenios, que concuerdan con los anteriores en el régimen, las costumbres y las leyes, pero difieren en lo concerniente al matrimonio. Creen que renunciar al matrimonio es realmente excluir la parte más importante de la vida, o sea, la propagación de la especie" (Guerra, II).
Es probable que nunca podamos conocer a ciencia cierta la verdadera naturaleza de estos esenios, profundamente convencidos de que, como manifiesta la Regla de la comunidad, "Dios, en los misterios de su conocimiento y en la sabiduría de su gloria, ha fijado un fin a la existencia de la injusticia, y en el tiempo de su visita la destruirá para siempre".


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